A partir del año 1997, se produjo un cambio significativo en el sistema de pensiones del IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social). Este cambio implicó la transición de un esquema de beneficio definido a un esquema de contribución definida. En el esquema anterior, los beneficios estaban garantizados y definidos de antemano. Sin embargo, bajo el nuevo esquema, los beneficios ya no están garantizados por el IMSS. En cambio, dependen de las contribuciones realizadas por el individuo a lo largo de su vida laboral.
Esto significa que las personas que comenzaron a cotizar después de esta fecha no tendrán una pensión garantizada por el IMSS, sino que su pensión dependerá de los recursos acumulados en su cuenta individual. Es importante notar que el monto acumulado en esta cuenta individual será el resultado de las contribuciones realizadas por el trabajador y su empleador, junto con los rendimientos generados por las inversiones de estos fondos.
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Por lo tanto, es importante tener en cuenta que la pensión futura de un individuo no está garantizada y es incierta.
Esta variabilidad depende en gran medida de su capacidad para contribuir de manera constante a lo largo de su vida laboral.
Factores como la constancia en los aportes, la cantidad de los mismos y la duración del período de contribución pueden influir significativamente en el monto final de la pensión. Además, las condiciones del mercado financiero también juegan un papel determinante, ya que la rentabilidad de las inversiones de los fondos de pensiones puede variar.
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En resumen, la pensión futura de un individuo es un resultado de múltiples factores, incluyendo su propio esfuerzo de ahorro y el contexto económico en general.
